'Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer', una crónica hilarante sobre la diversión, la frivolidad y la desesperación.
¿De qué va?
Escritos durante la década de 1990, éstos ensayos y artículos constituyen una de las radiografías más irreverentes e hilarantes de la cultura americana de fin de milenio.
Las subculturas televisivas, las entretelas del deporte de elite, la vida salvaje y surreal en el Medio Oeste o el turismo de lujo en el Caribe, son algunos de los fenómenos que David Foster Wallace describe desde una perspectiva donde se entremezclan la familiaridad, el asombro y una mordacidad descabellada.
Opinión:
¿Quién no leería un libro con un título sugerente y semejante portada de Random House para la edición en español? Como buena obra de No Ficción, apuesta por estos elementos desde su exterior. Lo que hay dentro, sirve para conocer un poco más a David Foster Wallace (DFW), a veces alabado, otras calificado de sobrevalorado, y también recordado como un
acosador demente. Esto último no lo sabía y ahora lo veo con más distancia. Antes me parecía pretencioso, tras leer
Entrevistas breves con hombres repulsivos. Algunos relatos llamativos, otros cansados. Pero le di otra oportunidad, porque decía que se hizo escritor por
Donald Barthelme, el autor más original que he leído y uno de mis favoritos. Y en parte qué bueno que se la di.
En esta serie de crónicas con hilo conductor, disfruté el humor y el poder de su observación que utilizaba para contar un solo hecho. Palpitaba un humor trabajado, que se exhibía como algo muy bien construido y que, posteriormente, hacía pensar al lector. De plus, también un humor tonto y absurdo, que vaya daba risa.
No dejaré de lado la crítica aguda que DFW hizo para este tipo de divertimentos. Viajar en crucero se convierte en un análisis donde no deja títere sin cabeza. Todo pasa revisión, los personajes frívolos y misteriosos con sus entretenimientos o el aparente sinsentido de éstos.
Su descripción es potente, con los seres a bordo del crucero, que provocan la visualización de la situación, lo cual demuestra el por qué del calificativo de escritores de su generación, como Frazen o Saunders. Las familias, los esposos, los señores con pantaloncillos cortos, algunos niños, saltan de aquí para allá. Pero a veces se entiende el objetivo y es suficiente.
Inapropiada la comparación pero inevitable, recordé su anterior libro que leí. Debía soportar ese patrón de extender algo que puede decirse en menos palabras. Incluidas citas al pie que ocupan páginas. Además de la supuesta necesidad de repetir lo ya dicho. Supongo es para meter esa idea en la mente de quien no lo vivió, y ahora, lo vivirá.
Surgen dos puntos. La percepción propia y el objetivo del autor. No me agrada lo extenso, aunque si se hace con humor desternillante,
a lo Richard Brautigan, cómo lo disfruto. Me rio y encantado. Ahora, entender a Foster Wallace es leerlo desde afuera. Checar entrevistas, textos de sus colegas. Descubrir que tenía depresión desde chico y seguía una dosis de medicamentos. Que aunque la crítica y los escritores lo reconocieran como el mejor, lo hacía a un lado y se sentía inferior. Pero ojo, no se debe ver para comprenderlo, porque al final el tipo estaba loco y quería
matar a una mujer, al esposo de ésta y acosaba al hijo de los dos.
Se aburría incansablemente y escribió una novela de ello, La broma infinita. No fue suficiente, ya no soportaba la vida y sólo quedaba la muerte. Se suicidó. Desde ahí, podemos vivir la desesperación que sentía y no resulta nada agradable aguantar lo que ya se sabe, sin remedio y hasta el fin de la lectura, de la vida. Lo intentó y lo transmitió.
Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer es eso y más, es la prueba de que la diversión y el fastidio pueden ocurrir al mismo tiempo. Es el entretenimiento de reír sobre lo que parece no tener sentido, si no se incluye humor. Es la crítica social de revelar actitudes propias de la condición humana, y no sólo de los millonarios o que pretenden serlo. La frivolidad y la soledad, si se logran apreciar, son algo que se debe vivir. Sobra si son divertidas o supuestamente insignificantes, ya que sólo son conceptos y no una experiencia por entender, sin cruceros de por medio.