Lo que más se celebra de Netflix y demás plataformas,
es que podemos elegir lo que queremos ver.
Pero, ¿qué tan cierto es esto?
El consumo audiovisual de ésta época se representa de la siguiente forma: Una persona haciendo zapping virtual del contenido a la carta en su sistema de video online, recorriendo el catálogo interminable de series, películas o documentales. De acuerdo, habrá quien ya sepa lo que quiere ver.
Puedo escoger la serie que se me antoje, sentándome en mi sillón para verlo en la pantalla (o bien desde la computadora) y decidiendo si me echo varios capítulos (incluso la serie completa). O bien, me pongo al tanto de la serie que dejé pendiente. También puedo intentar con la nueva que acaba de salir y de la cual todos hablan. Pero tal vez decido ver una película. O documental. O concierto en vivo. O reality show.
Todo ese contenido que ya estaba en la televisión dividido en canales y horarios, ahora junto en uno solo para sentir que nosotros somos quienes tenemos el control, que nadie nos impone lo que debemos ver, que nosotros decidimos qué mirar a la hora que deseemos.
Dos cosas.
Uno. ¿Por qué está designado el hecho que debemos de ver algo donde los contenidos abundan por donde sea? ¿Por qué no sólo la selección de lo que sé que veré?
Dos. ¿Quién decide el contenido que está en Netflix y Clarovideo? (Las series producidas por Amazon son entregadas al público en su episodio piloto, según lo que voten las personas, producen la serie completa).
No sé mucho de televisión cultural pero reconozco cosas asombrosas que podrían verse de corrido. Y sin embargo, no aparecen ni en Netflix, ni en Clarovideo (más latino que el anterior) ni tampoco en Amazon.
Por ejemplo, la producción argentina de filosofía accesible llamada Aquí y ahora, conducida por José Pablo Feinmann, o los mexicanos Palabra de autor, producido por Canal Once y presentado por la escritora Mónica Lavín, donde entrevista a escritores mexicanos. Ya no se diga ejercicios de inteligencia mental como ¿Quién dijo yo?, también de Canal Once y donde vemos en vivo la imaginación más divertida y deslumbrante de la improvisación.
De nuevo, como en la televisión –que tanto se deslindan productores y consumidores de estos servicios online-, aquí dicta lo que las empresas dicen que los espectadores deben querer ver.
Si bien debo señalar que gracias a Clarovideo vi series que dificilmente habría llegado a ver –por su horario nocturno en televisión, cerca de las 12 y 1 de la mañana entre semana, y que aquí podía ver a cualquier hora. Una fue Wilfred y otra Louie –la cual ya quitaron de Clarovideo-. Así como el brillante juego de humor y entretenimiento que es The Tonight Show: late night conducido por Jimmy Fallon, presentador crítico e ingenioso. Nunca se ha transmitido en México (También ya lo quitaron de Clarovideo).
En cuanto a lo que he visto de Netflix (Love, Bojack Horseman, Master of None, Derek, Jessica Jones) es un reflejo de la calidad garantizada en guiones y producción, envolviendo con cada una de sus historias.
Además, celebro de estos sistemas su no publicidad: su apuesta por el contenido que ya está en el servicio y así dejar al espectador con el tiempo real de la producción, sin esperar anuncios. Eso es quizá la cualidad más valiosa de dichos servicios.
Pero esto mismo funciona al revés, incluso con una situación para considerar. De un modo nos da el tiempo justo que veremos. Pero por otra parte, eso incita a ver más. Al saber que podemos hacerlo porque las producciones están en su tiempo real, sin los minutos extra que ocupan los comerciales de una televisión tradicional. Sin olvidar ese envolvimiento propio de lo que están hecho sus guiones.
Y eso implica una inmersión en el producto, que aleja del por qué y cómo de lo que se hace. El resultado es olvidar el consumo y el mundo en que se realiza este.
Dicha forma parece traducirse con las redes sociales, los celulares y hasta las compras por internet. Una burbuja donde la libertad, accesibilidad y las infinitas opciones se abren camino para navegar y perderse dentro de ellas.
No pienso que deba desecharse Netflix ni Clarovideo ni todo lo que se le asemeje. Creo que sólo se debe tomar una cierta distancia ante ello. Considerar que quienes manejan éstos servicios, pueden pretender intereses sociales en una sociedad que lo que menos sabe al consumir es que de esto se alimenta la economía mundial. Debemos pensar cómo estamos consumiendo los productos culturales.